2008, azaroak 15

Versión de ópera

Medioa: NOTICIAS DE GIPUZKOA

Muchos directores se afanan en restar ese carácter tan de ópera que suelen presentar algunas obras sacras compuestas por compositores que se prodigaron sobre todo en el terreno operístico. Obras como el Requiem de Verdi, el Stabat Mater de Rossini, la Misa de Santa Cecilia de Gounod, el Te Deum de Bizet, etc. Otros, sin embargo, lo que hacen es potenciar ese carácter, y en ocasiones el resultado puede llegar a ser de lo más efectista.

Si a ese detalle le sumamos un coro que en la actualidad está sonando más que bien, como es el caso del Andra Mari de Errenteria, y le ponemos delante la batuta de un director más que experto en el ámbito lírico, como es el caso de Antonello Allemandi, el resultado indudablemente sonará como si el coro estuviera interpretando cualquier página de una ópera reconocida. Es lo que ocurrió con el Misa de Gloria que, por una parte, recordó a Giacomo Puccini en su 150º aniversario y, por otra, nos trajo a la memoria pasajes de distintas óperas del mismo autor como la poco representada Edgar o la preciosa Manon Lescaut , gracias a los temas musicales que se repiten tanto en la Misa como en los citados títulos.

Allemandi buscó una sonoridad compacta y redonda, sin dejar de mantener un ritmo ágil, con una batuta más habituada a la oscuridad del foso que al escenario. La coral respondió estupendamente. Sonaron perfectas todas las cuerdas vocales en las entradas de las fugas, la cuerda de bajos y barítonos, igual que la de sopranos, sonó empastada en el peligroso Qui tolis ; quedaron equilibradas las voces femeninas con una cuerda de altos de atractivo color vocal.

En contra, el volumen que la batuta exigió al coro y a la orquesta, muy forte todo el tiempo, echándose de menos fraseos en piano para mayor lucimiento de las voces. El tenor José Luis Sola cantó con gusto, pero tendiendo mucho al portamento y el barítono Previati pasó bastante desapercibido.

Los gestores de la OSE arriesgaron bastante programando después las Variaciones para orquesta de L. Dallapiccola, obra llena de atmósferas donde cada instrumento mantiene un importante peso específico y que sonó estupenda, aunque donde Allemandi logró el bravo del público fue con Pini di Roma , obra de cuatro partes interpretada ininterrumpidamente a ritmo muy épico, casi de Peplum y donde sonaron estupendos los metales.