2008, abuztuak 17

Una sevilla triste y sin luz

Medioa: EL DIARIO VASCO

Kritikaria: EMECE

Lo bueno que tiene la ópera Carmen es que, por ser muy conocida y popular, gusta siempre y, precisamente, lo malo que también tiene es que por esa propia popularidad siempre de ella se espera más y esa espera a veces, como en el presente caso, produce cierta frustración. En el foso estuvo una gran parte de la responsabilidad del espectáculo y ahí los pareceres son distintos. Si se miran desde el punto de vista de la rectoría de una orquesta en las partes no cantadas, de las que esta ópera tiene páginas inolvidables, la batuta de Pablo González estuvo exigente, precisa y enérgica, haciendo sonar con elegancia a la Orquesta Sinfónica de Euskadi, pese la caótica estructura del foso; desde la óptica de la concertación al joven director asturiano se le descuadraron bastantes momentos, como en la pelea de las cigarreras del acto primero, siendo consecuencia de su falta de oficio en este terreno. Ha sido una apuesta prematura.
La producción escénica de Toulouse -tenebrista, con una Sevilla casi de luto, cuando lo que sobra en Hispalis es luz- encajó con calzador en el Kursaal; a partir del bambalinón de boca había montados aún 4 metros de cartón piedra, que la mayoría de los espectadores no vieron; un León de Alcalá con gafas; el pueblo sevillano vestido al estilo castellano oscurantista de los cuadros de Solana.
La dirección escénica de Nicolás Joel fue inexistente, pese a figurar su nombre en la ficha técnica; apareció tres días antes de la primera representación y no marcó ninguna posición a los cantantes. ¿Cómo y por qué se consiente eso?. Si el trabajo lo ha hecho su asistente que sea éste quien figure, aunque haya hecho movimientos muy primitivos con coro y figurantes. ¡Vamos que hacer cantar a Carmen L’amour est un oiseau rebelle, sentada a horcajadas en una balconada!
En el terreno de las voces hubo momentos magníficos, otros que no lo fueron tanto y otros meramente simpáticos, por darles un calificativo.Nancy Fabiola hizo una Carmen impecable. Con voz carnosa, exacta en ataques y llena de expresividad. Pena de una dirección escénica tan pobre. Ainhoa Garmendia fue un estupenda Micaela, muy creíble, llena de lirismo, proyectando con limpieza la voz. Es duro decirlo pero a Germán Villar aún le viene grande el personaje de don José; no lo entendió en música; su voz discurre por una tesitura sin el necesario peso, aprieta en el paso de voz con lo que el agudo sale irregular y pobre de color, y se le escapan importantes aspectos técnicos como es el fiato en el fraseo. Ángel Odena no aportó nada de mérito a su papel de Escamillo: corto de voz, de proyección y de timbre. Cumplieron en general y en voz el resto de reparto, destacando el quinteto concertante con Carmen, de Frasquita (Martínez), Mercedes (Mentxaka), Dancairo (Esteve) y Remendado (Plazaola) del acto segundo. A la Coral Andra Mari le hubiera venido bien una mayor flexibilidad de movimientos, siendo correcto su trabajo vocal. Triunfó en toda línea de la Escolanía Easo, que se ha constituido e un valor seguro.