Medioa: EL DIARIO VASCO
La Mahler Chamber Orchestra, con sus 31 integrantes, es de una calidad incuestionable. Se presentó, ayer, con un programa sumamente atractivo del tardío barroco alemán/austriaco, que va desde el maestro Haydn al discípulo Mozart. A la elegante sencillez armónica del primero con su Sinfonía nº 93 en Re mayor, con su indeleble sello de estilo compositivo, sigue el contraste de la también aparente sencillez solo aparente- del genio salzburgués con su Gran Misa en Do menor, en el que su sabiduría en el manejo de los modos y en la escritura tonal se oculta con permanentes dificultades, sobre todo para el coro, que requieren una especial concentración. Pues bien, todo lo antedicho se escuchó ayer en el Auditorio Kursaal, en que el que igual que en pleno festival vienés o londinenses primaron las corbatas en los caballeros y un tono general de subida elegancia (perdón, es pura figuración mía). Lo cierto es que el siempre respetable público estuvo durante 77 minutos de música en un puritito disfrute.
Del maestro Haydn, con su breve Sinfonía 1/93, se presentaron, en un lujo de limpieza tímbrica, las refinadas esencias melódicas sobre las que está construida esta obra, en sus cuatro movimientos que supieron a poco, resaltando el allegro del Minuetto y el poderoso Finale donde Honeck mostró su sabiduría al cuidar los planos sonoros sin caer en los fortes, que en otras versiones están grabados.
Uno no se cansará nunca en escuchar la grandeza mozartiana. En ella siempre se encuentra el adecuado remanso o la tensa emoción que pone a prueba muchos de nuestros sentimientos que la vida diaria no permite aflorar. La hermosura de su Gran Misa en Do menor es de tal calibre que pocas han sido las grandes orquestas que no la han incorporado a su repertorio. En esta ocasión los mimbres musicales fueron los idóneos, y se había creado la lógica expectación del comprobar el trabajo realizado por superdotado Andoni Sierra, novel director al frente de la Coral Andra Mari, que asumía este reto.
¡Triunfo! Honeck tuvo tal acierto de presentar la obra tal y como ha llegado a nuestros días, con el máximo respeto al compositor y sin aditamentos impropios. Y todo fue hermoso en el coro, entre el que estaban insertos tres trombones, que se estrenó con un Gloria lleno de poder, haciendo bueno el allegro vivace en que está escrito, y un majestuoso Qui tollis. Es curioso que para esta obra Mozart no utilice la voz de mezzo o alto y acuda a dos sopranos. Ambas en esta ocasión mostraron saber lo que tenían entre manos y fueron un disfrute auditivo, como se apreció en su concertante del Domine Deus. Muy acertadas voces del tenor y del bajo. Gran orquesta y gran batuta.