Medioa: GARA
Kritikaria: Mikel Chamizo
Segunda actuación de la Mahler Chamber Orchestra en la Quincena Musical, de nuevo con un programa que le venía como anillo al dedo al formato y personalidad de la orquesta. En primer lugar una sinfonía de Joseph Haydn, la núm. 93, primera de las que el austríaco compuso para Londres. En la dirección de Honeck hubo una suerte de perfección, de autoridad absoluta, un conocimiento profundo de cómo debería sonar esta música desde un punto de vista puramente vienés. Cada nota de la sinfonía estuvo en un perfecto equilibrio estilístico, y eso sin que Honeck no renunció a cierta experimentación, como con la tímbrica de los timbales en el Minuetto. Hubo entre el público quien se quejó de que la versión fue poco emocionante, pero ese era un factor de muy poco peso en la ecuación interpretativa que Honeck resolvió con tanta soltura.
Las emociones intensas llegaron con la Gran Misa en Do menor de Mozart, a la que se sumó la Coral Andra Mari en una formación enorme de alrededor de 80 voces. El coro de Errenteria tiene un nuevo director desde hace pocos meses pero los cambios comienzan a notarse ya. Sin afirmar que sea mejor o peor, es apreciable que Andoni Sierra intenta introducir en el coro una tendencia hacia lo refinado, cierta delicadeza frente a la rotundidad, incluso cierta rudeza, que ha sido siempre marca de la casa del Andra Mari y uno de los secretos de su éxito. La partitura de la Misa de Mozart es un tour de force para el coro y el Andra Mari estuvo siempre a un altísimo nivel interpretativo, tanto en los pasajes más solemnes como en las endiabladas agilidades del Gloria o el Sanctus. Muy notable fue asimismo el cuarteto de solistas vocales, en el que brillaron la de dos sopranos: Simona Saturova en su cristalina interpretación del Laudamus te y Landshamer por su perfecta integración con el trío de vientos en el Et incarnatus. Honeck dirigió la obra de forma más tradicional que la Sinfonía Júpiter del día anterior, encontrando el ideal término medio entre el preciosismo armónico y la energía rítmica, y la Mahler Chamber se despidió con una gran ovación del público.