Medioa: NOTICIAS DE GIPUZKOA
La producción de la ópera Carmen, procedente del Teatro del Capitolio de Toulouse, encajó perfectamente en el limitado escenario de la caja del auditorio donostiarra con una puesta en escena sobria, muy sobria, tanto que únicamente adquirieron protagonismo los propios personajes como tales, huyendo de los habituales toques folklóricos de otras producciones. Fue un montaje sobrio y elegante, aunque en demasía en el tercer acto, donde un simple puente y unas paredes de piedra emularon la huida por las montañas de los bandoleros.
La propuesta funcionó mejor en el primer acto, donde el director de escena movió a los personajes a varios niveles de altura, con las cigarreras y la protagonista subiendo y bajando, mientras los niños y los soldados llenaron la parte inferior. En el primer y cuarto acto se desarrolló el movimiento de las grandes escenas de masas, como la pelea de las cigarreras o la llegada de los banderilleros al coso taurino. En ese entramado sobresalió el buen hacer de los niños de la Escolanía Easo, que además de cantar sus partes estupendamente, dominaron con seguridad la escena.
Desde un punto de vista musical y vocal, el espectáculo estuvo a la altura de la circunstancias, aunque no todo fue coser y cantar. La voz de la mezzosoprano canaria Nancy Fabiola Herrera es muy apropiada para el rol de Carmen. Lo tiene complicado porque haga lo que haga siempre se le va a comparar con las grandes que encumbraron el papel antes que ella. Físicamente clava a la Carmen de Bizet, y vocalmente también. Su color oscuro y sus volúmenes agudos generosos hicieron una Carmen creíble, que fue creciendo a medida que transcurría la trama. No le funcionó del todo bien la habanera L´Amour est un oiaseaux rebelle inicial, donde las imposiciones escénicas no le resultaron cómodas, pero sí salió airosa de la seguidilla Près des remparts de Séville . Se amoldó bien al quinteto del segundo acto, y bordó su trabajo en el último.
No estuvo a su altura el Don José del tenor Germán Villar. Posee una voz muy timbrada en los pasajes más agudos. Sin embargo a su rol le faltó garra y a su canto un poco más de control y apoyos. No es de recibo que pudiendo cantar a plena voz usase el falsete al final del La fleur que tu m’avais jetée . Anduvo siempre por detrás de Herrera y también de la soprano Ainhoa Garmendia, cuya Micaela fue excepcional, un papel poco agradecido pues entre sus intervenciones debe esperar pacientemente sin enfriarse. Lejos de hacerlo, se creció tanto que en el tercer acto estuvo sencillamente estupenda en el aria Je dis que rien ne m´epouvante . Ainhoa está de racha y eso se nota.
De Ángel Ódena se esperaba un Escamillo más redondo y con mayor carácter vocal en su famoso ¡Toreador, en guardia! El resto de personajes estuvo a la altura de sus cometidos con un quinteto que funcionó a la perfección con el buen hacer de Itxaro Mentxaka, Rocío Martínez, Manel Esteve y Jon Plazaola, así como las intervenciones de Palatchi y Ramada. Pero si algo funcionó fue el trabajo de la Coral Andra Mari, de principio a fin, con entradas exactas, un sonido redondo y envolvente de fortes sobrecogedores, y muy equilibrado vocalmente, con mención aparte en la pelea de las cigarreras y Les voici! Voici la cadrille! del cuarto acto, resultado de largas e intensas sesiones de ensayo musical.
La siempre interesante batuta del maestro Pablo González salió airosa desde el foso imponiendo su versión, sin hacer concesiones a algunos solistas, que tuvieron que ceñirse a su dirección, marcando tempos y pausas a veces llamativos, pero logrando un sonido orquestal muy homogéneo. En definitiva, esta Carmen funciona, huye de detalles superfluos, y se ciñe a la esencia de la trama, cosa que se agradece.