Medioa: GARA
Llegó de nuevo la ópera al Kursaal y lo hizo por la puerta grande gracias a la original concepción de Els Comediants de uno de los mitos más universales y que tantas veces ha inspirado a tantos compositores, el “Orfeo ed Euridice”, según el genial y rompedor Glück, en la versión estrenada en Viena en 1.762.
El público abarrotó la sala y aplaudió con ganas el buen trabajo, coproducido entre la propia Quincena y el Festival Castell de Peralada, que ya se había dado a conocer en otros escenarios y que en octubre pisará el escenario del Teatro Arriaga de Bilbo.
No defraudó la versión que cuenta con una cuidada y sencilla puesta en escena. Concebida a través de juegos de luces y sombras con elementos arquitectónicos y un vistoso y elegante vestuario hicieron que la obra entrase, además de por los oídos, también por los ojos, e hiciera que el público estuviese en todo momento pendiente de todo lo que se movía por un escenario donde lo único que se mantuvo fue la plataforma central en forma de pastilla desde donde se proyectaban no pocos juegos de iluminación cargados de simbolismo.
Fue muy bueno el trabajo de Joan Font por todo lo expuesto y porque supo mantener ese juego escénico en todo momento sin desvirtuar el trabajo musical de los protagonistas. La soprano Tatiana Lisnik mostró a una Euridice exigente con su amado, indignada y frágil. Cantó de manera formidable, firme y rotunda y, por su parte la soprano levantina Isabel Monar sacó el jugo a un Amor juguetón, simpático y benevolente recordando el buen sabor dejado en producciones anteriores de la Quincena. Desde el foso, la OSE siguió la batuta del maestro Oestman. Tocó de manera correcta, aunque en ocasiones faltó ese toque de magia que se mantenía sobre el escenario.