Medioa: GARA
Kritikaria: Mikel CHAMIZO
La trigésimo quinta edición de la Semana Musical de Errenteria finalizó el sábado con un concierto que giró en torno a los tres compositores que han vertebrado la programación este año: Aita Madina, Rodrigo A. de Santiago e Hilarión Eslava. Del primero pudimos escuchar un espectacular poema sinfónico inspirado en la batalla de Roncesvalles. Los tres movimientos de «Orrega» están repletos de clichés que hoy nos suenan muy cinematográficos; no obstante, ese espíritu de leyenda antigua, de pasado mítico y salvaje, que se puede rastrear en partituras como la «Suite Scita» de Prokofiev o la excelente banda sonora de Conan el Bárbaro, está muy logrado en esta «Orreaga» y uno se pregunta por qué no es una obra más habitual en las programaciones de nuestras orquestas. La dirección de Andrés Orozco fue muy efectista, una opción que funcionó bien dado el carácter de la obra y a pesar de que el equilibrio instrumental en los tuttis fue un descontrol absoluto. Este problema se volvió a repetir en «Euskaria», la sinfonía vasca creada por Rodrigo de Santiago. Siendo una composición de marcado carácter beethoveniano -lo que al principio parecen guiños al compositor de Bonn a partir del `scherzo’ demuestran ser una dependencia estilística excesiva- presenta también numerosas texturas orquestales heredadas del nacionalismo francés y, por lo tanto, muy delicadas. Orozco arrasó con el todo el preciosismo tímbrico, optando de nuevo por un efectismo que lograba, por ejemplo, que cuando sonaban los metales fuese imposible escuchar nada más. Consiguió llevar al final la sinfonía, un tanto reiterativa, pero en el camino se quedaron todos los detalles. El concierto se cerró con dos preciosas obras de Hilarión Eslava, «Stabat Mater» y «Salve Regina», que fueron cantadas con contundencia y expresividad por la Coral Andra Mari, que pudo apoyarse, esta vez sí, en un efectivo acompañamiento orquestal.