22 de febrero, 1997

QUERIDO DON PABLO

Medio: EL DIARIO VASCO

Ya sé que tiene usted razón, que el director Luis Izquierdo y su batuta no estuvieron al nivel de las circunstancias, como cuando no pidió al coro para que se levantara para recibir los aplausos del público al terminar la interpretación de su ópera Adios a la bohemia, o cuando dejaba a la orquesta volar en libertad de volumen sin impedirle que tapara al coro; pero, quitando esas menudencias, tendrá que convenir conmigo en que fue un magnífico concierto por ql que usted recibió, en su tranquilidad de la paz celestial, miles de aplausos cuando el propio director puso en alto sus obras que se interpretaron anteanoche.
Me imagino que en su largo epistolario con Don Pío Baroja, como libretista de Adiós a la bohemia, alcanzarían el suficiente entendimiento como para dejar patente que su música es de un vanguardismo clásico no aceptado en la época –pienso que ahora tampoco– pese a momentos de auténtico deleite expositivo. El barítono navarro, Iñaki Fresán, hizo un gran papel en el Vagabundo, con voz muy sonora y dentro del personaje, en su largo prólogo inicial, dejando reflejo del desencanto que mana del texto, al igual que la soprano Soraya Chaves, haciendo una Trini pulcra, limpia en su lacra de buscona, de recio registro y amorosa en Y aquella noche que fuimos a la Moncloa, bien respondida por la segura y fresca tesitura de José Julián Frontal, en Ramón, como se apreció en los versos barojianos de El poeta pobre. ¿Y las chicas del coro? Sensacionales.
Su siempre querida y recordada Orquesta Sinfónica de Madrid, la vieja Arbós, vibró interpretando las Variaciones sinfónicas, compuestas en 1927, con todo lujo de matices y dejando en la manchega tierra matritense todos los aromas de la esencia vasca. Puede que el clímax del concierto se alcanzara en la ejecución de su cantata Gernika, donde el coro renteriano estuvo realmente soberbio, potente, luminoso y ensamblado, que, don el final trepidante de la orquesta, arrancó los primeros y abundantes bravos.
Las tres poesías de Emeterio Arrese, ¡qué suerte ha tenido usted con sus escritores!, Kathalin, Kun-kun y Sorgin dantza conforman el testo lírico del pequeño monumento que es su Suite Vasca, donde otra vez el Andra Mari se volcó, mostró la alta concentración y la gran disciplina que su director, José Manuel Tife, ha impreso en esta masa coral que recibió al finalizar el concierto una gran ovación, con multitud de bravos, como ejemplar portaestandarte de una música que a todos nos enorgullece. Desde luego, maestro, este concierto hay que traerlo, tal y como se hizo en Madrid, a sus lares donostiarras, por lo menos esa es la voluntad de Koruko Aizarna, mandona en la cultura giputxi y presente en la velada. Su genio en arte y en carácter bien se lo merece. Siempre suyo, su dilecto admirador.