27 de agosto, 1996

ESENCIA Y RAÍCES VASCAS

Medio: EL DIARIO VASCO

Muy pocas veces se tiene la suerte de asistir al estreno mundial de una obra y poder analizarla desde unas primeras impresiones vírgenes. Así, en ese gozo y en esta ocasión, ha de señalarse como un trabajo meritorio, positivo y de gusto la obra Akelarre II del compositor navarro Pascual Aldave, que el propio autor nomina como un ballet burlesco, tal vez pensando en una futura representación escénica, que, dicho sea de paso, sería muy interesante.
En esta composición musical está presente, de un modo intenso y permanente, todo un tratado de etnología musical vasca, de raíces y esencias profundas de nuestra tierra. En muchos pasajes nos vienen a la memoria temas vivos y ya apuntados por Usandizaga o Guridi. Todos han bebido de la misma fuente.
El diseño melódico de Aldave es ejemplar, muy bien construido, con una bella exposición de ideas y un desarrollo siempre atractivo por su sencillez. Para estos primeros apuntes han de señalarse las preciosas melodías compuestas en Retorno a la fiesta, en la Escena amorosa y en la Ronda de las luciérnagas, siempre con un correcto equilibrio en el impresionismo descriptivo.
Existió cierta descompensación en la ejecución de la obra estando más inclinada la balanza hacia el conjunto orquestal en demérito del coro. Un mayor número de coralistas hubiere ajustado las fuerzas a la hora de interpretar pasajes comunes. De cualquier modo la actuación de la Coral Andra Mari fue correctísima, de buenos matices y mejores exposiciones.
El barítono Iñaki Fresán, interviniente en la primera parte, cantó con la sabiduría que en él es propia, sin forzar más allá de lo que escribió el compositor e intentando, sin conseguirlo siempre, que su proyección vocal no fuera absorbida por una orquesta que no flexibilizó su altura de sonidos en la medida necesaria, pese a las exigencias que en tal sentido estuvo marcando en todo momento Juan José Mena.
La obra y su autor fueron largamente aplaudidos con todo merecimiento. Aquí nadie regala nada y Akelarre II merece desde ya una pública consideración, deseándole un placentero futuro.