Medioa: rememberingstars.com
No es ninguna novedad que Philippe Herreweghe es un director historicista (pero eso sí, no utilizó instrumentos de época en la orquesta, a diferencia del Balthasar-Neumann-Ensemble o de la Budapest Festival Orchestra para el Requiem de Mozart). Lo que no termino de entender es por qué los directores historicistas se empeñan en llevar al límite las velocidades de las obras del repertorio romántico que interpretan.
El primer concierto, dedicado íntegramente a Beethoven, del que dejo aquí el enlace del programa, comenzó con una correcta obertura de Coriolano para continuar con esa maravilla que es la 9ª sinfonía. El allegro del primer movimiento fue rapidísimo. El vivace del segundo fue a un ritmo más o menos normal en su tema principal, aunque de nuevo fugaz en el tema b. Y al llegar al bellísimo tercer movimiento, el adagio en serio ¿esta gente sabe diferenciar un allegro de un adagio? El ritmo era el mismo, a toda velocidad, perdiéndose el exquisito melodismo de la pieza, así como no pocos matices (esas cuerdas sincopadas que ni se notaron). El trabajo de la orquesta para poder seguirle fue brutal; las partituras orquestales de Beethoven suelen exigir grandes dificultades técnicas a los intérpretes, y si encima les obligamos a tocar aún más rápido
Llegamos al 4º movimiento, el famoso himno de la alegría. Muy rápida y ruidosa la parte orquestal, y por fin llega la parte coral, con la que el Andra Mari Abesbatza celebraba sus 50 años mala forma de celebrarlo, porque, al margen de sus posibilidades, el ritmo vertiginoso tampoco les permitió lucir sus virtudes, al igual que a los 4 solistas. De ellos, Thomas E. bauer, difinido en el programa de mano como barítono, sono como tal en una parte que requiere un bajo: sin rotundidad. El tenor Robin Tritscher tampoco pudo lucirse en su monólogo, al igual que la mezzo Marie-Claude Chappuis y la soprano Ilse Eerens (una lástima en el caso de la última, en la que se percibían buenos medios para cantar esa difícil parte pero que no pudo lucirlos por la velocidad y la falta de pausas de Philippe Herreweghe).
Confieso que estuve a punto de desertar al terminar el primer movimiento y, sobre todo, tras el tercero. El cabreo que me pillé al ver lo que para mis oídos es un verdadero horror me hizo negarme a aplaudir al final del concierto (y no abucheé porque por conciencia me niego a hacerlo). Y temiéndome lo peor para el día siguiente
Pues el concierto del día siguiente (del que dejo el enlace del programa) fue un poco mejor, aunque no por Philippe Herreweghe, desde luego. Comenzó con la para mí desconocida La consagración del hogar de Beethoven para seguir luego con el 1º cocnierto para chelo de Haydn, con el chelista Steven Isserlis. Con un look que me recordaba mucho a Brian May, Isserlis nos regaló una magnífica versión del concierto, que se encuentra más es la estela estilística propia de Herreweghe, que no sólo no molestó, sino que acompañó con corrección al solista, que salió triunfador de la noche y, co
n un perfecto inglés británico anunció de propina una obra catalana (deduzco que era El cant dels ocels, aunque no lo sé seguro). Los numerosos aplausos fueron una merecida recompensa para su labor.
En la segunda parte, por el contrario, Philippe Herreweghe volvió a liar de las suyas, esta vez con la maravillosa 1ª sinfonía de Brahms (mi favorita de las 4 que compuso). A parte de su ritmo fugaz, lo peor fue lo ruidosa que resultaba, como si metales y percusión estubieran tocando Mahler en vez de Brahms. En su interpretación no hay lugar para rubatos, ni para calderones en las pausas y no pido un ritmo propio de Firtwängler, Klemperer o Celibidache, pero algo más cercano a Solti podría estar bien bueno, pues Solti parecería una tortuguita al lado del halcón Herreweghe. En su interpretación no hay emoción, no hay pasión, no hay sentimiento, sólo hay ruido. Pese a los aplausos, no hubo propina.
Comprendo que haya a quien le gusten estos estilos interpretativos (que, por otro lado, yo soy incapaz de comprender hablamos de un repertorio romántico que precisamente pide lo contrario con Haydn ese problema desaparece y los resultados fueron obviamente mejores), pero para mí fueron dos conciertos no diré decepcionantes (me lo esperaba, sabiendo la trayectoria de Herreweghe), pero sí frustrantes. Tras la magia dela 3ª de Mahler con Ivan Fischer de la semana anterior, esto fue una caía al abismo en toda regla para mí. Veremos si el concierto de clausura de esta edición de la Quincena Musical consigue dejarme con un mejor sabor de boca