Kritikaria: Petra Haubold
Freudenstadt. Un vivamente ataviado coro joven de España hechizaba la tarde del viernes al público en la Iglesia de la Paz. Numerosos asistentes se dejaron arrebatar por una divertida hora de música religiosa y moderna vasca.
El coro infantil y juvenil Orereta Abesbatza de España se encuentra en estos momentos de visita en Altensteig, después de que el Coro juvenil del Instituto Christophorus estuviera de gira por el norte de España en primavera. Por invitación de la evangélica metodista Iglesia de la Paz, el popular coro de voces blancas dio un clamoroso concierto en Freudenstadt.
Cada región tiene su propio sonido, y si más coros estuvieran de esta manera de viaje, el mundo sería más apacible, agradecía el pastor Wilfried Röcker al término de la impresionante audición de canto. La música une, precisamente, así el pastor.
Que esto fue más que una flor retórica lo habían demostrado previamente los cantores. Se alternaron cantos religiosos con impetuosos cantos navideños de la tierra. Solemnes sonaron las voces en el bien llenado recinto ecleiástico. Ya en la colocación en el espacio para el coro demostraron los casi cincuenta jóvenes cantores, bajo su director Imanuel Elizasu lasa, con qué escrupulosidad e intensidad hacen la música.
El Coro de Errenteria, una ciudad en el norte de España, cuidó el entusiasmo ya desde su presentación óptica. Vestidos con camisetas lisas y colocados ordenadamente según el color correspondiente, cantaron los jóvenes artistas de la voz a los corazones de los oyentes. En el Ave Maria y el polifónico Pater Noster quedó escrita la alegría en el canto reflejada expresamente en los rostros del motivado grupo de cantores. También la excursión a Egipto con Long Since in Egypt de Hubert Parry resultó exitosa. Realzadas fueron las melodías sacras a través de la riqueza de facetas de las fácilmente modulables voces, del acompañamiento pianístico del director Lasa y de bienvenidos ruidos como los castañeteos de dedos y palmadas.
Los cantores se presentaron finalmente en las canciones del país y floclóricas, cantadas en vasco, como brillantes embajadores de su cultura. Movimientos apropiados que apoyaban visualmente el canto ofrecían al público siempre nuevas imágenes en el presbiterio. Y estos surtían un efecto para nada simplemente estudiado sino vocal y adecuado. También las alegres y enfáticas melodías navideñas fueron fáciles de entender para los oyentes si estos seguían atentamente los caminos musicales del coro juvenil.
El aplauso correspondiente al final se precipitó tempestuosamente. Los cantores accedieron gustosamente a la demanda de un bis.