Medioa: GARA
Kritikaria: Montserrat AUZMENDI
Uno de los platos fuertes de esta edición de la Quincena Musical llegó este sábado con la primera de las representaciones de la ópera «Carmen», de Bizet. Esta producción del Teatro del Capitolio de Toulouse, con la mezzo Nancy Fabiola Herrera en el papel protagonista, cumplió en gran medida con las expectativas generadas, aunque también nos dejó una cierta sensación de que esperábamos algo más.
La cuidada y sobria escenografía fue una de las primeras gratas sorpresas que nos deparó el espectáculo. Sin detalles superfluos y en diferentes gamas de grises, con una iluminación que acentuaba esta tonalidad, resultó elegante y permitió que focalizáramos toda nuestra atención en la acción que se desarrollaba sobre el escenario. La siguiente felicitación ha de ir dirigida al excelente trabajo realizado por la Coral Andra Mari, que estuvo sólida y segura en todos los números en los que intervino. Del mismo modo, la Escolanía Easo, en sus intervenciones en el primer y cuarto acto, dio la nota de frescura a la ópera.
Los solistas, por su parte, ofrecieron buenas interpretaciones. Nos llamó la atención la oscuridad de la voz de la Herrera, que, por otra parte, mostró unas fabulosas cualidades interpretativas y una gran expresividad. Algo más irregular nos pareció la actuación del tenor Germán Villar, en el papel de Don José, que tuvo algún problemilla con los agudos. Sin embargo, es dueño de una voz de precioso color y nos regaló un gran dúo con la protagonista en el segundo acto.
Habría que destacar especialmente la actuación de Ainhoa Garmendia, perfecta en su papel de recatada Micaela. Su aria del tercer acto fue estupenda, delicada, y con una muy buena proyección de la voz. Asimismo, Ángel Ódena hizo un bien cuajado Escamillo. Aunque en su primera aparición en escena mostró un vibrato algo excesivo, en el tercer acto dio mucho más de sí y convenció. Jon Plazaola, Itxaro Mentxaka y Rocío Martínez, por su parte, cumplieron perfectamente con sus respectivos papeles. La Sinfónica de Euskadi sonó bien desde el foso, y tuvo la virtud de mantener un volumen totalmente equilibrado que subrayó en todo momento las voces sin taparlas. Hubo algún desajuste en el cuarto acto, pero el resultado global fue sin duda muy positivo. El público respondió con grandes ovaciones en premio a un espectáculo que realmente mereció la pena.