21 de agosto, 2007

Precioso atardecer

Medio: NOTICIAS DE GIPUZKOA

El recuerdo hacia la figura del gran arpista Nicanor Zabaleta estuvo presente a lo largo del concierto que tuvo lugar en el caserío Zabalaga del Museo Chillida Leku en lo que supuso una velada realmente bonita. Fuera llovía incesantemente, hacía frío y la humedad se colaba hasta los huesos. Dentro, sin embargo, la calidez fue la tónica a lo largo del recital que Elisabeth Colard protagonizó junto al flautista navarro Roberto Casado, o sea, el Dúo Cavatina.

Colard, que fue alumna del homenajeado, hizo las veces de presentadora explicando algunos interesantes detalles del programa escogido. Dispuestos ante el gran ventanal desde donde se observaba la caída de la desapacible tarde, las notas se sucedieron durante casi dos horas con un recorrido ideado para el lucimiento del arpa y de la flauta. Por eso comenzaron con obras de Estevan- Saiz y Arambarri con el flautista en el piso superior, para mostrar las posibilidades acústicas del edificio.

Después Colard y Casado hicieron las delicias del público a través del ecléctico repertorio mostrando las grandes habilidades que ambos poseen ante sus respectivos instrumentos. Así, la francesa, y miembro de la OSE, mostró lo mejor de sí misma en cada pieza destacando, junto a Casado en las Seis Danzas populares rumanas de B. Bartók, el Fandango del perro andaluz del alavés J. San Miguel, y especialmente en la Amorosa de J. Guridi, junto a Oñazez de Aita Donostia que sonaron llenas de matices. El dúo se desenvolvió de maravilla antes de dar comienzo a la segunda parte donde se contó con una treintena de voces blancas de la Coral Andra Mari. El cometido la interpretación de A Ceremony of carols de B. Britten con el acompañamiento de arpa.

Lo escuchado no desmereció la primera parte, y es que las chicas de Errenteria se tiraron al barro a lo largo de la breve e intensa obra. Mostraron un color contundente, con mucho cuerpo desde la Procession inicial hasta el redondo Recession final -aunque dadas las características del recinto sonó en ocasiones con demasiado volumen-.

Las dos solistas, Nerea Castellot y Haizea Muñoz, cumplieron correctamente con sus cometidos mientras que el coro hacía lo propio ante la clara batuta de J. M. Tife. Precioso el silencio final donde al concluir las voces se escuchaba la fuerte lluvia sobre el tejado de Zabalaga.