Medio: El Correo
Crítico/a: Nino Dentici
Un largo y silencioso minuto de respeto por las víctimas de las agresiones sexuales que solicitó el Ayuntamiento donostiarra, precedió a la orden del concertino para que la orquesta afinara los instrumentos. Luego, habría otro momento de silencio, esta vez por voluntad del maestro Christian Zacharias, originado por el fatídico móvil que interrumpió el concierto de Mozart cuando el maestro se hallaba sentado frente al teclado.
Con anterioridad, la Sinfónica de Euskadi nos había deleitado con gran finura y armonía la interpretación de La Passione de Haydn, introduciéndonos en la sombría y trágica obra. La homotonal sinfonía Haydiana (todos los movimientos son en tonalidad de FA Menor) obtuvo un magnífico resultado, gracias sobre todo a la claridad y precisión gestual del maestro Zacharias.
Ya en la segunda parte, el programa contó con las ochenta voces de la Coral Andra Mari y de los cuatro solistas vocales que requiere el Requiem de Michael Haydn, hermano menos de Joseph. Respecto al coro, nos cabe decir que es un honor y motivo de orgullo que Guipúzcoa cuente con dos agrupaciones de tanta calidad y grandeza como son el Orfeón y la Coral Andra Mari. Cantó con absoluto empaste y gran flexibilidad ya fuera lento o rápido, pianísimo o forte el pasaje. Entre los solistas, es justo señalar la claridad tímbrica y la fuerza y notable amplitud vocal de la soprano Alicia Amo, además de cantar con mucho gusto, aunque no tuviera un aria de lucimiento.
La mezzo Clara Mouriz enseñó una voz cálida, andrógina, mientras que la del tenor Martin Mitterrutzner sonó ligera y un tanto engolada y la del barítono Peter Harvey nos pareció de timbre algo atenorado. Una feliz serata de la Quincena.