Medio: NOTICIAS DE GIPUZKOA
SE estrenó en la Quincena Musical el flamante director titular de la Orquesta Sinfónica de Euskadi, el colombiano Andrés Orozco- Estrada. Y lo hizo a lo grande, nada menos que ante la atenta mirada y afilado oído de los seguidores de la temporada de la formación con sede en Miramón, como preludio de lo que pueda venir a partir del próximo mes de septiembre. El joven director salió por la puerta grande con la satisfacción que siempre deja el trabajo bien hecho, tras una dirección realmente destacable y una versión de la grandiosa La Creación (Die Schöpfung ) repleta de claras reminiscencias de carácter romántico, lo que se agradeció mucho en los tiempos que corren, en los que las numerosas versiones de corte supuestamente historicistas empiezan a sonar harto repetidas.
Para la citada versión el nuevo maestro contó con un elemento de auténtico lujo sobre el escenario, la Coral Andra Mari de Errenteria en un genial estado de gracia. No es fácil lograr que orquesta, coro y solistas estén al mismo nivel para obtener el necesario equilibrio ante las decenas de dificultades que presenta una obra en la que se pasa de la grandiosidad orquestal y coral a páginas llenas de intimismo sonoro. En ese sentido, y aunque ese equilibrio llegó a decaer en diversos pasajes -en ocasiones metales no muy claros; trío de solistas poco ensamblado entre sí; o proyección vocal a veces no uniforme por parte de tenor y soprano solistas-, cierto es que el balance general fue más que positivo, y en gran medida gracias al trabajo del coro cuyas intervenciones estuvieron llenas de plenitud.
Su sonido, empaste y homogeneidad quedaron fuera de cualquier duda. Las voces supieron controlar el volumen en pianísimos preciosos, y no escatimaron recursos en los pasajes más fortes, además de salir airosos de los números fugados. A ello cabe añadir el color de las voces que confirió a cada cuerda un carácter que por estos lares comienza ya a escasear. ¡Por fin se pudo escuchar a una cuerda de contraltos como Dios manda! Del trío solista destacó el barítono James Johnson, con un color vocal tan dúctil como atractivo, mientras que el tenor Chum y la soprano Matheu no pasaron de lo correcto.
Quedó patente que Orozco-Estrada es animal de escena, mago de la batuta, y ante todo un magnífico creador de sensaciones, de atmósferas, de climas. No corrió; al contrario, se regodeó en cada número de la obra, quiso matizar al máximo todas las posibilidades que ésta ofrece, aunque no siempre logró el resultado deseado. Aún así se notó que se entiende bien con la Sinfónica de Euskadi, lo cual augura un futuro a corto plazo interesante, como mínimo.