28 de marzo, 2015

La llama de Usandizaga

Medio: DIARIO DE NAVARRA.

El nombre de José María Usandizaga (1887-1915) es completamente desconocido para muchos aficionados a la música. Hasta hoy, su fortuna ha ido siempre ligada a la ópera Las golondrinas, una obra compuesta por el maestro durante sus estudios parisinos y que hoy se conoce sobre todo gracias a un interludio orquestal que cada cierto tiempo se interpreta en concierto. Éste ha sido el destino de un compositor que, en sus escasos años de vida, fue capaz de entender y practicar algunas de las técnicas de composición más novedosas de su tiempo, siendo por ello especialmente apreciado por compositores como el propio Pablo Sorozabal. En 2015 se cumplen los cien años del fallecimiento de José María Usandizaga, y estaba claro que la Orquesta Sinfónica de Euskadi, de ordinario tan cuidadosa en la recuperación de los compositores vascos, no dejaría pasar este aniversario.
Lo que nos ha presentado ahora la Orquesta Sinfónica de Euskadi es una selección de la última ópera que Usandizaga comenzó, aunque no terminó: La Llama. El texto fue escrito por María Lejárraga, la misma autora del libreto de Las golondrinas y de El amor brujo de Falla. Se trata de una leyenda oriental en la que el exotismo, el amor, la magia y la superstición tienen un protagonismo importante.
El mayor descubrimiento de esta función es la música de Usandizaga. Quienes estén familiarizados con la ópera, pueden hacerse una idea si les contamos que La llama sería una versión arabizada de Turandot de Puccini, (por cierto, otra ópera que su autor no terminó personalmente), pasada por el filtro de Debussy. En efecto, está el melodismo pucciciano, algunos giros orquestales propios de Falla, los recursos impresionistas de la música francesa y un dominio de los motivos conductores que hace pensar en Wagner. El resultado general es de un indudable atractivo, especialmente acentuado en las escenas corales y en aquellas de carácter más dramático, como todo el final de la ópera.
Por otra parte, la interpretación estuvo en general muy conseguida. Sabina Puértolas no tiene el dramatismo necesario para la parte de Tamar, pero se mostró muy expresiva y franca; tuvo su mejor actuación en la escena de seducción del sultán que concluía la primera parte. Mikeldi Atxalandabaso realizó una actuación eficaz, aunque su personaje también parece exigir una voz de mayor entidad. El resto del reparto funcionó asimismo con gran eficacia, igual que la Coral Andra Mari de Rentería, magnífica por su empaste y determinación en el canto. Juan José Ocón, que ha sido el recuperador de la obra, defendió sus valores desde el podio con extraordinaria convicción, y supo dotar a la función de drama y vigor.
En conjunto, esta ópera merece un conocimiento más general que el que ha disfrutado, y en particular, sería de desear una producción escenificada completa. Además, nunca se sabe cuál será el destino de las obras maestras. Si en 1829 Mendelssohn consiguió al reestrenar La Pasión según San Mateo de Bach que el maestro alemán llegara por fin al conocimiento público, tal vez ha llegado la hora de que la música de José María Usandizaga se dé a conocer a un público amplio y reciba el reconocimiento que merece, y que de hecho gozó en los años inmediatos al fallecimiento del maestro. Confiamos en que a partir de ahora esta llama de Usandizaga no se apague y brille con luz propia.