Medio: EL DIARIO VASCO
La figura de Nicanor Zabaleta volvió a sentirse muy de cerca en el segundo concierto realizado en Chillida-Leku. La arpista Elisabeth Colard y el flautista Roberto Casado en primer lugar y la Coral Andra Mari posteriormente, fueron en esta ocasión los encargados de traer al recuerdo y a la memoria de todos los presentes al gran arpista donostiarra, del que se cumple el centenario de su nacimiento, con un programa diverso, largo pero muy entretenido.
En las dos obras iniciales, El reflejo de un soplo y Homenaje a Falla, el flautista se colocó fuera del escenario, concretamente en el piso superior del caserío Zabalaga, permitiendo de esta forma que el sonido fluyera por todo el espacio con un encanto especial y muy sugerente. Y es que uno de los mayores placeres del recital fue el poder disfrutar de las cualidades tímbricas generadas de la combinación de estos dos instrumentos, logrando, gracias a su buena compenetración, mágicos y envolventes resultados acústicos.
Tras interpretar Cavatina y las interesantísimas Seis danzas populares rumanas de Bartók, ya con los dos intérpretes en el escenario, Elisabeth Colard demostró lo bien que se ajustan las cualidades del arpa para expresar con el mayor rigor y honestidad posible la íntima, delicada y sincera música de Mompou, fiel reflejo de su tímida personalidad. En Fandango, Roberto Casado tuvo que echar mano de todo su virtuosismo y musicalidad para hacerla sonar con garantías, al igual que en Fantasía sobre Carmen de Bizet, en la que se dibujaron preciosas y, a la vez, nada sencillas variaciones sobre las conocidas melodías de Habanera o Canción de Bohemia. Los resultados fueron francamente buenos, gracias también al buen trabajo armónico realizado por la arpista que desembocó en una labor conjunta de gran nivel. La dulce Oñazez consumó un recital genial y muy entrañable.
La Coral Andra Mari, tras un inicio irregular, completó correctamente A ceremony of carols de Britten, creando las atmósferas necesarias en cada momento.